Resulta difícil determinar con exactitud el origen conceptual de la Medicina Intensiva. Dentro de los antecedentes históricos más relevantes que han sido reportados, destacan los de la campaña Napoleónica en Egipto y los de la guerra de Crimea, que si bien no coinciden exactamente con la concepción actual de la Medicina Intensiva, son probablemente la base de lo que hoy día se concibe como una nueva disciplina de la medicina. En 1799 mientras se desarrollaba un combate en la península de Aboukinr entre las fuerzas Turcas y francesas, un cirujano del ejército Napoleónico, el barón Dominique Jean Larrey, organizó la atención de los heridos en tres estaciones de complejidad creciente, determinando que la estación principal concentrara a todos los heridos graves para poder brindarles una atención especial. Una situación similar surge cuando Florence Nigthingale concentra a los heridos graves para optimizar su atención y posteriormente escribe sobre las ventajas de establecer áreas separadas dentro de los hospitales para el manejo de éstos pacientes. Si bien en sus inicios, la Medicina Crítica cumplió un rol de salvataje, la experiencia acumulada en los períodos de guerra ( especialmente en la II Guerra Mundial) demostró que un manejo inicial agresivo, era capaz de salvar vidas.

La reposición de volumen y otras técnicas implementadas con posterioridad, demostraron ser útiles en la recuperación de pacientes o en su estabilización en espera de terapias definitivas. Así la Medicina Crítica se practicó de una manera informal durante muchos años, focalizando su manejo en casos de shock hemorrágico, sepsis e insuficiencia renal aguda. La epidemia de polio que afectó a los Estados Unidos y a Europa en los años 1947 y 1948 determinó la muerte de numerosos pacientes por parálisis respiratoria. En Dinamarca, se instituyó por primera vez la ventilación artificial de alguno de estos pacientes mediante la intubación oro-traqueal seguida de ventilación manual. Cientos de estudiantes de medicina, enfermeras y médicos se alternaban en esta heroica tarea durante días o semanas.

Nace aquí el germen de las Unidades de Terapia Intensiva Respiratoria, que culmina con el desarrollo de la ventilación mecánica a presión negativa (Drinker) a principios de la década de los 50, en donde se concentran en una sola unidad todos los recursos humanos y tecnológicos, permitiendo una atención y monitorización más eficiente. Este ejemplo es seguido en los años siguientes por numerosos centros de Europa y Estados Unidos, quienes centralizaron el cuidado y monitorización de todo tipo de pacientes con riesgo vital, incluido los post operados, en una sola unidad. En 1958 el Dr. Peter Safar (Baltimore, USA), acuña el término de Unidad de Cuidados Intensivos. Ya en esa época aproximadamente el 25% de los hospitales comunitarios de ese país que contaban con mas de 300 camas disponían de una de estas unidades.

En nuestro país, en 1968, se crea la primera Unidad de Cuidados Intensivos en el Hospital de Urgencias, Asistencia Pública, Dr. Alejandro del Río y en esa misma época nace en el Hospital San Borja la primera Unidad de cuidados Intensivos para pacientes coronarios. Desde entonces su número se ha incrementado en forma significativa, totalizando actualmente 58 Unidades, 25 de las cuales se ubican en la Región Metropolitana. Las 33 Unidades restantes se distribuyen a lo largo de todo el país, concentrándose en las Regiones mas densamente pobladas (V y VIII regiones con 6 unidades cada una). Pese a este gran incremento, las necesidades de camas de Cuidados Intensivos en nuestro país no están ni cercanamente cubiertas. En la actualidad menos del 3% del total de camas disponibles en nuestro país son de Cuidados Intensivos. Los estándares internacionales aconsejan que un 8% de las camas hospitalarias correspondan a esta categoría. Si consideramos la disponibilidad pública y privada, existen 228 camas de Intensivo en la Región Metropolitana y 223 en las restantes Regiones del país. Por lo anteriormente expuesto, consideramos que esta disciplina se encuentra aún en pleno desarrollo.

En Estados Unidos, las camas de Cuidados Intensivo constituyen aproximadamente el 10% del total de camas disponibles, consumen aproximadamente el 1% del presupuesto nacional, el 14% del producto interno bruto y el 30% de los costos hospitalarios. Es por esta razón que los programas de formación ( mas de 250 programas acreditados) requieren de un entrenamiento especial en administración de recursos tanto materiales como humanos. En la medida que nuestra economía continúe su crecimiento, habrá mayores recursos para satisfacer esta demanda creciente, insatisfecha.