Cibeles González Nahuelquin
Profesora Adjunta
Escuela de Enfermería Universidad de Valparaíso
Coordinadora Comité Científico División de Enfermería SOCHIMI
Cuando hablamos del acto básico de cuidar, en el pensamiento colectivo de la sociedad, se gesta la acción de entregar una atención a alguien que lo requiera. No obstante, para la enfermería profesional el constructo “cuidado” se transforma en el componente ontológico del quehacer profesional, siendo de esta manera no solo el objeto de estudio, sino el centro de su accionar.
Lo descrito ha permitido que la disciplina de la enfermería se configure con un cuerpo propio de conocimientos, en los que se basa y fundamenta el adecuado y complejo ejercicio de la profesión, el cuidado. Desde su profesionalización, a inicios del siglo XIX, hasta la actualidad, una senda de prolífico trabajo ha consolidado el conocimiento de la disciplina enfermería, lo que se ha traducido en la necesidad de contar - cada vez más- con enfermeras y enfermeros con competencias claves para la mejora de los cuidados en unidades de diversas complejidades.
Las Unidades de Cuidado Intensivo (UCI) representan un área de alta especialización, donde se requiere no solo de conocimientos y habilidades técnico - científicas, sino que también de competencias que contribuyan a fortalecer la comunicación y las relaciones interpersonales en este tipo de unidades.
Con el fin de poder mantener el crecimiento profesional de la disciplina, es que la especialización en Cuidados Críticos se ha convertido en un desafío para fortalecer la gestión de los cuidados en las unidades de alta complejidad, donde se requieren enfermeros con un gran bagaje de conocimientos actualizados en el área biofisiopatológica, asistencial, de gestión y de investigación, todo con el objetivo de entregar cuidados humanos, integrales, seguros y de calidad relevando de esta manera, el ser de la enfermería profesional que no es sino, el cuidado.
Los enfermeros especialistas en cuidados críticos aportan una gran valor a la atención, puesto que, su quehacer se encuentra fundamentado en la evidencia y en la visión humanizada y valórica propia de la profesión, la cual va en concordancia a lo que nuestro Código Deontológico proclama:
“La enfermera y la práctica: La enfermera será personalmente responsable y deberá rendir cuentas de la práctica de enfermería y del mantenimiento de su competencia, mediante la formación continua... dispensará los cuidados, una vez que corrobore que el empleo de la tecnología y los avances científicos son compatibles con la seguridad, la dignidad y los derechos de las personas” (CIE, 2017).