José Landeros Serendero
Kinesiólogo de la Unidad de Paciente Pediátrico del Hospital de Niños Roberto del Río Docente de la Escuela de Kinesiología de la Universidad San Sebastián
Past president de la División de Kinesiología Intensiva de la SOCHIMI

Al hablar de historia, aparecen frases como: “sin historia, no hay memoria” o “sin historia estamos condenados a repetir los errores del pasado”. Sin incurrir en un debate al respecto, mi intención es entregar una visión personal, muy escueta, del inicio de estos 24 años de Kinesiología Intensiva.

Al principio de nuestra sociedad actual, éramos un grupo de amigos con las intenciones y ganas de convertir lo que estábamos haciendo incipientemente, en una disciplina propia, con su propia filosofía, buscando adueñarnos de un campo epistemológico que fuera original, pero sin tener muy claro lo que esto significaba. Sólo estaba la certeza de trabajar bajo tres pilares:

  1. El conocimiento no es exclusivo, por lo que debe ser compartido
  2. La disciplina debe desarrollarse basada en el rigor científico de la evidencia investigativa
  3. La formación es para todo el que la desee y necesite

Nuestras jornadas dentro del congreso de la Sociedad de Medicina Intensiva eran de menos de 20 participantes, y en ellas, poníamos a juicio público lo que hacíamos, intentando construir, desde ese colectivo, una mejor manera de trabajar y nuevas ideas para investigar. Éramos 20, pero más del 60% llegaba con un trabajo de investigación para ser sometido a discusión.

A partir de ahí, los participantes realizaron múltiples esfuerzos para volcar lo que sabían, y lo que iban descubriendo. La experiencia que fueron acumulando en jornadas, simposios, cursos, diplomados, postgrados, entre otros, permitieron por un lado, encantar con el área a quienes venían llegando, y, por otro, acortar el tiempo requerido para la formación, ya que no había que volver a transitar solo, se podían seguir varias rutas trazadas que tuvieron diferentes desarrollos. Se podía elegir lo mejor de cada una de ellas.

Otra acción que realizamos fue honrar a nuestros maestros, aquellos que con su esfuerzo y con su trabajo, más allá de la intervención clínica, mostraron un compromiso de vida con la profesión en nuestra área, permitiendo el desarrollo de la disciplina de la Kinesiología Intensiva. Nuestro premio al profesional que se destaca en el área, denominado “Premio Raúl Valdés Corvalán” lleva el nombre del pionero de la kinesiología respiratoria en Chile, al que fue un honor y un acierto, haber podido premiar, en vida.

Otro punto importante fue la inclusión de los profesionales de la kinesiología en las Guías de Funcionamiento y Organización de las Unidades de Paciente Crítico Adulto, del año 2004, donde junto con el kinesiólogo Daniel Arellano y Jorge Molina describimos nuestro quehacer y nuestra área de responsabilidad. De esta experiencia, surge la contratación continua y frecuente de kinesiólogos en las Unidades de Pacientes Críticos (UPC), pero no solo de adultos, sino que se hizo extensiva hacia las Unidades de Pacientes Críticos Pediátricos. En esas guías, ya establecíamos nuestra responsabilidad respecto de la movilización precoz y el ejercicio en UPC, cuando mencionamos que estamos a cargo de los cuidados respiratorios, neuromusculares y músculo-esqueléticos de los pacientes.

Hoy día somos más que 20. Muchos nuevos exponentes de la kinesiología intensiva han desarrollado diferentes aspectos, como la ultrasonografía o la movilización precoz, el desarrollo de diagnósticos kinesiológicos basados en la Clasificación Internacional del Funcionamiento, la implementación de equipos y protocolos de entrenamiento físico en pacientes críticos o a la espera de trasplante.

Para finalizar, me parece que se debe mirar atrás para redescubrir qué fue lo que hizo exitoso el movimiento generado, qué errores se cometieron y cuáles fueron los aciertos, que a todas luces, han superado a los traspiés. Para avanzar se puede echar mano de todo esto, pero lo primordial siempre va a ser, que fuimos un grupo de amigos soñando en grande.