Elizabeth Parraguez G.
Terapeuta Ocupacional del Servicio de Neurología e interconsultora  de UPC, Hospital del Salvador, Santiago
Docente y Supervisora de Práctica Profesional para la carrera de Terapia Ocupacional, Facultad de Medicina, Universidad Mayor

Cuando ingresa una persona mayor a una Unidad de Paciente Crítico (UPC), el equipo multidisciplinario se ve enfrentado a una serie de necesidades y características específicas que deben ser abordadas. Esta consideración particular se debe a que, con frecuencia, esta población es la que tiene mayor prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles, polifarmacia y predisposición a la alteración funcional en el diario vivir, que pueden progresar a empeoramiento funcional o discapacidad, la cual se ha asociado a un mayor riesgo de institucionalización y de síndromes geriátricos cómo: delirium, depresión, morbimortalidad y deterioro funcional. (Covinsky, Pierluissi & Johnston, 2011).

En el marco y proceso interventivo de la Terapia Ocupacional, los ejes de su accionar giran en función de tres aspectos: sujeto, ocupación y contexto, siendo especialmente relevante el componente o enfoque ocupacional, es decir, desde el ingreso hospitalario de las personas mayores, añadir la variable de funcionalidad al problema de salud que lo aqueja, con el objetivo de prevenir el deterioro que provoca la hospitalización.

Si se analiza globalmente, el accionar de los terapeutas ocupacionales en las UPC se desarrolla en tres etapas a saber: evaluación, intervención y reevaluación del usuario, en donde se procurará indagar aquellas características funcionales previas y sus funciones corporales, es decir, sus funciones mentales, que pueden ser específicas o globales; sus funciones sensoriales y de dolor; sus funciones neuro - músculo - esqueléticas y las que están relacionadas con el movimiento. También, evaluará las estructuras del cuerpo, los valores, las creencias y la espiritualidad de los usuarios. A su vez, sí es necesario determinará el requerimiento de ayudas técnicas y la modificación ambiental para incrementar el control sobre su entorno más inmediato.

Algunas estrategias de evaluación son: la observación clínica, el diálogo interdisciplinario y evaluaciones estandarizadas. Estas últimas, tienden a tener un enfoque en el desempeño ocupacional en áreas de la ocupación, de acuerdo al ciclo vital del usuario y al contexto hospitalario, enfocándose principalmente en Actividades básicas de la vida diaria (ABVD) y Actividades instrumentales de la vida diaria (AIVD), con el índice de Barthel, el índice de Katz, la Escala de Lawton & Brody, la escala FIM y ACIF. Además de una evaluación para la prevención y detección precoz del delirium con el CAM-ICU, la Escala S5Q-s de Jonghe, la Escala Numérica Verbal (ENV), la Escala de Borg, la Escala MRC, una dinamometría, una Evaluación de Edema, un ROM, entre otros.

Una vez completada la valoración inicial, complementada con una entrevista a los familiares más cercanos para evaluar las características del entorno intradomiciliario (barreras arquitectónicas) y del entorno comunitario, se definen los objetivos terapéuticos a corto, mediano y largo plazo, de forma consensuada con el usuario, teniendo en cuenta sus intereses y motivaciones y se elabora un plan de tratamiento.

El plan de tratamiento de terapia ocupacional en las UPC apunta hacia la mantención de aquellas actividades de la vida diaria que permiten el autocuidado (alimentación, vestuario, higiene menor), modificaciones ambientales que apoyen la orientación temporo - espacial de los usuarios, la corrección de déficit sensoriales a través de la utilización de ayudas técnicas, la rehabilitación funcional de las extremidades superiores con ejercicios orientados hacia una tarea, la estimulación y rehabilitación cognitiva de aquellas funciones que se ven afectadas y que interfieren en el desempeño ocupacional (orientación, funciones ejecutivas, atención, memoria de trabajo, entre otras) y la educación a los familiares o cuidadores.

Por último, es importante enfatizar la necesidad de incrementar el número de terapeutas ocupacionales en los distintos servicios hospitalarios para poder dar cobertura, no sólo al tratamiento ambulatorio, sino también al tratamiento desde unidades de ingresos hospitalarios. Por lo pronto, los desafíos para los terapeutas ocupacionales contemplan continuar la formación, definir de mejor manera su rol y seguir contribuyendo a los procesos multidisciplinarios de atención en beneficio de los usuarios.