María Isabel Meneses Diaz
Terapeuta Ocupacional
Master en Inclusión de Personas con Discapacidad
Past Presidenta de la Sociedad Chilena de Quemaduras.
Sea cual sea la magnitud de la quemadura, cuando se origina, provoca siempre un importante trastorno en la vida de las personas afectadas, tanto desde el punto de vista físico, psicológico y de su entorno social. El inicio de la rehabilitación integral debe ser precoz, debiendo iniciar, al menos, durante las primeras 72 horas posteriores al accidente. El abordaje debe ser junto a un equipo multidisciplinario, en especial en personas que han sufrido una quemadura igual o superior al 20% de la superficie corporal total o que haya afectado zonas especiales, tales como: cara, cuello, manos, pliegues y genitales.
En las Orientaciones Clínicas para la rehabilitación del paciente Gran Quemado Adulto (MINSAL, 2020) se define que el Terapeuta Ocupacional (TO) es el profesional del equipo de rehabilitación, cuyo rol se enfoca en restaurar, fortalecer y mejorar el desempeño funcional de los usuarios, con el propósito de alcanzar el máximo de autonomía personal y el retorno eficaz a sus ocupaciones. En esta guía se establecen tres etapas en la rehabilitación aguda del paciente con quemaduras; la Fase de protección que corresponde a la etapa inicial post injuria, donde prevalece la protección de estructuras y la función vital; la Fase de despertar en la que prevalece la estabilidad de los signos vitales y el paciente comienza a tomar contacto con la realidad; y la Fase de activación que está caracterizada por la estabilidad médica y quirúrgica, donde el paciente está autorizado por equipos tratantes a realizar actividades para favorecer su funcionalidad e independencia. Desde la Unidad de Paciente Crítico, se trabajará en cada una de estas etapas, en las cuales el TO favorecerá la funcionalidad, las habilidades y las competencias de la persona afectada, teniendo siempre como objetivo principal aportar a la calidad de vida de la persona consiguiendo el máximo nivel de autonomía, independencia e inclusión.
Las acciones se inician con una evaluación integral de la persona que incluya su historia ocupacional, sus roles (trabajo, tiempo libre, actividades sociales), la presencia de redes familiares y una completa evaluación funcional y posicional. Si el paciente no está en condiciones de dar información, la familia será quien la aporte.
Todo paciente que ha sufrido quemaduras tenderá a adoptar posiciones antiálgicas, lo que sumado a la tendencia a la retracción de zonas afectadas podrían generar importantes secuelas funcionales y estéticas. Por esta razón, la primera intervención del TO en la etapa de protección, será realizar un adecuado manejo de posiciones para controlar edemas, evitar contracturas y mantener posiciones anti deformantes, mediante el diseño y confección de órtesis y/o adaptaciones que permitan el control de contracturas.
En la etapa del despertar, algunos pacientes pueden presentar alteraciones cualitativas de conciencia, ahí el TO colabora en la detección y pesquisa de esta alteración, favoreciendo el manejo ambiental y la entrega de información al personal de salud y a la familia. Algunas acciones básicas a realizar son orientar al paciente en tiempo y espacio de manera verbal y manejo ambiental, tales como calendarios o material gráfico para familiarizarse con el ambiente, la reestructuración de recuerdos y la normalización de los ciclos circadianos.
Las implicancias psicológicas y emocionales para la persona que ha sufrido una quemadura pueden ser tanto o más impactantes que las posibles secuelas estéticas y/o funcionales. El abordaje precoz de esta problemática contribuye a minimizar el impacto a futuro. El TO aporta al manejo del equipo de salud mental con la utilización de diversas técnicas, tales cómo: relajación, actividades lúdicas y actividades terapéuticas con propósito, las cuales permiten al paciente vivenciar logros y experimentar estímulos con fines distractores apoyando también al manejo del dolor.
Desde la etapa de activación, el objetivo principal será la estimulación funcional precoz, con el inicio de acciones de independencia en las actividades de la vida cotidiana. La principal herramienta para lograr este cometido será el diseño y la confección de ayudas técnicas, y por sobre todo, el uso terapéutico de las ocupaciones cotidianas, desde el momento en que el paciente tenga la autorización del médico tratante. Se debe realizar manejo precoz de cicatrices, en las cuales el uso de técnicas compresivas será vital para lograr un control cicatricial que permita evitar secuelas funcionales y estéticas.
Finalmente la invitación es a trabajar en equipo, iniciar precozmente la rehabilitación centrada en la persona, fomentando su participación en las actividades de la vida cotidiana y en todas aquellas ocupaciones significativas.